sábado, 9 de marzo de 2013

Los libros de Pedro Conrado y Tito Mejía


      Hubo una época en que al poeta se lo consideró un ser con especiales dotes, casi como una criatura sobrenatural. Podemos incluso inferir que los primeros brujos de las tribus de las comunidades antiguas podían haber sido poetas por su capacidad de creatividad. Hoy sabemos que de sus mentes luminosas florecieron mitos que dieron lugar a religiones y que de sus epopeyas brotaron naciones poderosas, y en ambos casos, todavía sus obras, de alguna manera, siguen vigentes.

      Con el desarrollo de las ciencias y las investigaciones quedó al descubierto el hombre detrás del poeta, pero esto no fue óbice para que siguiéramos admirando a esos personajes maravillosos, incluso, la admiración aumenta, pues ya no se trata de seres que reciben un singular  toque mágico que les confiere ventaja sobre sus semejantes, sino que son de carne y hueso como nosotros.


      En ciertas etapas de la historia se los llamó vates por su capacidad de adivinar, de vaticinar. Mas el tiempo se encargó de desmitificar estos conceptos tan místicos, definiciones que obviamente no resistían el simple análisis. Pero no sea crea que la cosa está resuelta del todo. En la actualidad sabemos que hay personas, y es el caso de Tito Mejía Sarmiento  y Pedro Conrado Cúdriz, que sí poseen una cierta capacidad de vaticinar, no ya en el sentido de hacer poesía como quien dice lo que va a suceder, sino como un atributo de poder entrar con su sensibilidad en la profundidad de las cosas, de desentrañar su esencia, su significancia, sus posibilidades. 


      Pedro Conrado es poeta desde su razonamiento profundo, de su visión panorámica que lo ve todo, hasta los detalles más simples, incluso esos que los demás no vemos por ir demasiado aprisa detrás de esa apuesta perdida en que se ha convertido la vida.

      Tito Mejía es pura piel, pero no la piel del sólo erotismo, sino la piel como un receptor de emociones y sensaciones, la piel como trampa que lo captura todo. La ciudad lo ve, pero ojo, el poeta también ve a la ciudad y le desnuda sus sombras, los argumentos que ella usa contra las personas que como él la viven, la padecen y la sufren.

      Pedro nos da su poesía desde lo que parece un diario, pero no nos equivoquemos, nada más lejano de la verdad. No es un diario desde el estricto sentido que ello tiene, es un mero vestido que utiliza para llegar a nosotros, y ya sabemos perfectamente que la poesía hace tiempo rompió el límite de estas simplicidades. Su recorrido va desde marzo hasta octubre de lo que podría ser el año 2004, pero que valdría también para cualquier año, pasado o venidero, pues los hechos humanos son cíclicos y siempre aparece el mismo hombre repitiéndose una y otra vez. Y de una cosa sí estoy convencido, y es que los grandes poetas se caracterizan por la vigencia de sus palabras.

      Tito Mejía es un poeta exuberante, de una temática amplia, que pasa del erotismo a lo social con una facilidad pasmosa. Lo que sucede es que esa propensión que tenemos para colocar etiquetas lo quiere encasillar en lo erótico, sin embargo su trabajo en este libro desmiente y desvirtúa esta afirmación. El manejo de las historias que nos cuenta a través de la poesía, nos habla de un hombre profundamente lírico y vital, y que tiene muchas cosas que decir, porque nada hay más lamentable que un falso poeta, domesticador de palabras, haciendo arquitectura con su vanidad. Nos será falso, ya que detrás de sus palabras no hay vivencia y mucho menos emoción. Es el mármol sin el cincel de Miguel Ángel.

      Siempre he pensado que allí donde hay un poeta, y aquí tenemos dos, y muy buenos, hay un testigo fiel. Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero yo digo que la verdadera historia la escriben los poetas.
      Tito, querido, Pedro, hermano mío, qué buena idea este libro estilo cara y sello que nos habéis regalado, dos obras tan distintas, pero unidas en una sola y fundamental característica: el respeto por la palabra.  

    Barranquilla hoy te digo que puedes sentirte orgullosa de estos creadores, igual para Santo Tomás, matria, como decía Unamuno, de estos dos poetas, Yo, por mi parte, me siento complacido de estar esta noche con ustedes y les doy las gracias por el honor de compartir sus creaciones conmigo. Al público asistente, no duden en adquirir esta bella obra, pues la historia de la literatura se hace de momentos como este. Gracias. 

1 comentario:

TITO MEJÍA S. dijo...

Gracias, poeta Juan Carlos, por esas evocaciones de la intimidad, donde lo erótico se enfrenta y armoniza simultáneamente con lo místico. Su temática – el amor, el abandono, la saudade, la memoria, la locura – se explora a través de señas o imágenes que se vinculan directamente con los elementos naturales, marcando un ritmo profuso y desinhibido, donde confluyen los fantasmas del pasado y la dolorosa mirada del presente, sin recalar en el futuro lejano, sino en la cercanía de lo que fue y también de lo que en la actualidad gozamos o sufrimos.

© Todos los textos son de propiedad exclusiva de Juan Carlos Céspedes (Siddartha)

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