Despeinado, absolutamente inmortal entre la poca ropa, con zapatos de botar como única manifestación de una extraña libertad. Serpientes en los brazos para espantar la vocación de los consejeros. Dos días sin baño y una argolla en la oreja apostada a muerte al papá. Fuma la última porquería que le regaló un amigo por un dudoso favor. Ha tentado tres veces a la muerte y juega a tener enemigos en cada cuadra. No concibe la vida sin el Rock y no entiende a tanto estúpido que lo critica. A su quinta novia se la pasó por el piercing con la cruz al revés como testigo.
Se ha despedido tantas veces de la vida que ésta ya no le cree. Cualquier día es bueno para morir, también para bailar y fornicar, no hay nada más. Sus amigos son los expulsados, dejados de lado por las reglas que a nadie perdonan. En la noche de luna se fuma un bareto y con su guitarra que es una escoba, toca a Santana hasta la madrugada. Su compañera le pide que saque la lengua como Gene Simmons, el Kiss, y se empina para imitar las botas altas de éste. Ella se emboba cuando él tararea I was made for loving you, entonces le pregunta si la quiere y él se ríe con una risa de metal que aculilla la luna.
Después se quita la camisa, la arroja a su fan, que la coloca en la hierba acostándose en ella, invitándolo a que venga a desmenuzarle la ropa, o si prefiere, que la tome y la haga vibrar como hacía con la guitarra de Santana.
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