EL SEXO DE LOS LEPROSOS
Nadie puede con tanta soledad
Ninguno puede vivir a esa distancia asimilada
Donde sólo entra la mano compasiva
La caricia un imposible agazapado en la memoria
No poder recordar dónde se fueron quedando las esquirlas
En qué tierra se sembraron estériles las migas de los dedos
Aprender de golpe el asco en el lenguaje de los ojos
No saber dónde va a quedar la próxima huella
Ir muriendo y ser testigo principal de ello
Anclarse en un pasado para ordeñar de los recuerdos
Un poco de leche de lo vivido
Para cicatrizar la doble herida de la vida y de la muerte
No existe la simpleza olvidada del beso
Ni la mínima forma de amar recostado al pecho
Todo se va en soledades de piedra y hierro
Y el inventario de la carne siempre en quiebra
Condena al cuarto apestado sólo sufrido por los muertos.
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