Un día normal
Por Juan Carlos Céspedes Acosta
Escribías
palabras casi sin tener conciencia de ello, después las mirabas como si fueran
absurdos suspendidos en una línea imaginaria, y sumido en un gran desánimo las
hacías desaparecer sin el más mínimo remordimiento. La hoja quedaba
horriblemente blanca, no sabías qué se hacían esos signos sacados de algún
lugar de tu cabeza, quizás regresaban a su antiguo lugar, de donde salieron a
destiempo.
Las escenas
desfilaban una tras otra y siluetas indefinidas trataban de manifestarse sin
lograr comunicación contigo, así que procedías a eliminarlas como en una
especie de efecto dominó. Las veías esfumarse ordenadamente, en un fusilamiento
dictatorial, a la brava, con la seguridad de que eran simples apariciones
llegadas a entorpecer tu tarde de escritor.
Cerrabas los ojos, te concentrabas en
luminosos puntos azules y blancos que se iban y venían ante tus párpados
cosidos por la fuerza de las pestañas. Buscabas un rostro definido, una
expresión indiscutible, una frase que se sostuviera independiente de tu
capricho de pequeño dios. Las manos inseguras sobre el teclado, como buscando
una clave secreta donde pulsar la expresión correcta, entonces vendría a la
vida un texto con pasaporte a la libertad.
Abrías los
ojos y ante ti se alargaban algunas palabras, todas ellas rebuscadas, ladrando
asquerosamente, sin conseguir transmitir la más exigua de las inquietudes, pura
forma dilatada, fachada de casa vacía que te llenaba de un doloroso placer de
destruir. Y te quedabas vaciado, peor que antes de borrarlas. Con desespero
acudías a la memoria, buscando un episodio, una gesta, una vivencia fundamental
de donde tomarte; asir con todas las fuerzas de tus dedos el teclado,
trasgredir ese cerco inaccesible que no dejaba materializar el universo que
llevas dentro.
Una taza de
café, desplazar la sensibilidad al humo que se filtra por la nariz y sentir un
leve reposo, una especie de armisticio contra un enemigo oculto. Paladear la
bebida y borrar nuevamente ese ejército de hormigas que no dicen nada. Dos
horas perdidas frente a este desafío de escribir algo memorable, o por lo menos
decente, es decir, algo con el mínimo crédito literario. O tal vez has ganado
al no dejar con vida la basura pestilente que habías escrito…
Otro sorbo
de un café ahora frío, una vuelta de tigre enjaulado y la necesidad apremiante
de encontrar una fuente exacta, un tema que ancle y se identifique pleno con tu
oficio. A pesar de tantas ocasiones repetidas, de ver calcados los fracasos,
cada nuevo duele más que el anterior, es una experiencia que no sirve en
absoluto. Y dejas el índice derecho sobre el punto………………… y éste se repite
burlón, ineficiente, inoperante, blasfemo. Una ociosidad que te gana, que te
desprestigia ante ti mismo, una derrota declarada y una tecla al azar jjjjjjjjjjjj para que brinque la maldita
liebre de donde se esconde... Aguardas.
Café frío y un agrio en las entrañas, vas al baño a orinar…
Te aplicas
de nuevo y te sientes más estúpido, más vulnerable… Que la literatura es
trabajo, recuerdas, mucho trabajo, y aquí, exprimiendo la ocasión, pareces un
imbécil, eres un imbécil de mirada perdida, que ha salido por la ventana,
espiando las dimensiones artísticas de una naturaleza muerta, y el viento
moviendo las hojas, y de paso las palabras que no llegan. Descubres, con
resignación, que las frases escritas, las palabras manejadas, y todo ese hacer
que aparece en algunos cuentos, poemas y otros escritos, te utilizaron a su
antojo. ¡Vaya, calabaza! Miras el pocillo, en el fondo el almíbar de la azúcar
y varios caminos difíciles, un desierto infranqueable, un jeroglífico para toda
la vida y un punto escritor, inseguro, dándole al miedo, a la debacle, a la
oscuridad, al imposible, con una terquedad de necio, de dios vapuleado por las
circunstancias, y esta minería de perder, de encontrar, sin saber, el pedernal
que menos querías… Cuando ya no aguantas
más, sacas la mano, borras con rabia y te acercas al precipicio…
2 comentarios:
Mi estimado poeta Juan C. Cespedes..extraordinario relato....vivencias reales de momentos que nos acorralan mientras las palabras juegan en nuestras mentes controlando su sino..Ellas dirigen nuestras manos a su antojo...GRACIAS ME ENCANTÓ! Ayer mi día fue así...como tantos otros!!Zion Zion Light
Me gusta la forma de enganchar al lector por ese recorrido de imagenes y sentires. Mi respeto y admiraciòn por tus letras
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