sábado, 22 de diciembre de 2012

TALLER LITERARIO LA URRAKA



TALLER LITERARIO LA URRAKA

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

  El nacimiento de un taller literario siempre es producto de una gran necesidad por hacer de las letras un estilo de vida. La Urraka —así, con “k”, porque no falta quien crea que lo escribimos mal― no fue diferente en este aspecto. Una mañana soleada de Cartagena, en la Calle Estanco del Aguardiente, mientras sacábamos unas fotocopias con el poeta Alvarino, comentábamos la inveterada costumbre de algunos directores de talleres de querer ser más importantes que la literatura, de preocuparse más en clonarse y multiplicar su ego en las personas que asisten a sus espacios, que en buscar la posibilidad de que cada escritor en ciernes encuentre su propio camino.

Fue así que llegamos a la conclusión de que era muy importante crear un espacio donde se brindara la posibilidad a cada escritor o poeta, de desarrollar un estilo particular, que no tratara de imitar a nadie, mucho menos al director o coordinador de turno, según los nombres que reciben quienes se ponen al frente de un taller. 

  Cronopios, Fenix, Macondo, comenzaron a barajarse en la mesa frente a un costoso café de bar para turistas, Rayuela, Laberinto, Molinos de Viento, La Urraca —nos acordamos de las travesuras de Las Urracas Parlanchinas de Walter Lanz―, este nombre quedó sonando por la sencilla razón que no tenía connotación literaria, es decir, si lo que se pretendía era el equilibrio en las influencias de los autores consagrados, estar libres de marcas directas, era un mensaje subliminal de que en este taller no habría maestros, sino amantes de la literatura, donde cada quien pudiese aprender de todos y nadie se siéntese menos o más que los otros. 

Después me di a la tarea de buscar que no hubiese en el país una homonimia, para evitar cualquier tipo de problemas legales. Me topé con el apodo de un futbolista español, con un grupo musical, con un programa extranjero, con el seudónimo de una presentadora peruana, con una actividad lúdica en Bogotá, y quién sabe qué otras posibilidades habría, así que la mala ortografía vino en mi auxilio, modalidad bastante utilizada en publicidad: El cambio de una simple letra ya era un nombre distinto: La Urraka.

Ahora quedaba la aventura de un sitio para el funcionamiento del taller. Había muchas posibilidades, pero tendríamos que empezar a transitar por despachos y oficina de gente instalada en entidades supuestamente interesadas en la cultura y conseguir la aprobación para el préstamo del lugar. Ello se dio después de una larga lista de noes, “gente de cultura” que no entendía cómo podía haber personas desinteresadas en armar un taller literario sin pensar en dinero. ¡Claro, no lo podían entender!, pues sus propias vidas giran en torno de la ganancia.

La Urraka comenzó su quehacer literario en la Casa de España, en la calle Don Sancho, un sábado de junio de 2004 con los siguientes participantes: Gonzalo Alvarino, Ruth Patricia Diago, Rosemary Maciá, Celso Montoya, Francisco Angulo, José Ávila, Juan Carlos Céspedes, Mario Alviz, Irmina Barboza y una pléyade de jóvenes talentos de las letras de Cartagena. 

La Urraka se hizo religión para sus miembros, era una liturgia de todos los sábados a las 10 de la mañana, «llueva, truene o relampaguee», que podía durar dos, tres y hasta cuatro horas, dependiendo de la cantidad de trabajos que trajeran los participantes. Desde un principio se dejó en claro que la dirección sería simbólica, más como un requisito formal frente a terceros. La idea era una mesa redonda como la del rey Arturo, pero sin Arturo, donde cada quien pudiese sentirse importante y en la libertad de expresar sus opiniones y comentarios sobre las creaciones artísticas de los demás, dejando en claro la separación que debe haber entre obra y autor, para que este tomara la crítica, cuando fuera negativa, no como un ataque personal; pero igualmente debía estar preparado para el elogio, sin que esto afectase su personalidad. Es una manera sencilla de fortalecer el carácter de cada escritor.

  Para dar a conocer la creación literaria del taller, se abrió un blog denominado «Generación Fallida», nombre acuñado por el poeta Gonzalo Alvarino, el cual generó controversia en la ciudad porque se mal interpretó como una apología al fracaso, cuando la intención fue todo lo contrario, es decir, que si se invierten los valores éticos y la norma fuera ser granuja y crápula, ser fallido sería poéticamente correcto. Aún hoy la polémica no termina, muchos dejamos a un lado este debate y hemos seguido adelante con otras aventuras en este largo trasegar de la creación literaria, no así el poeta Alvarino que se auto proclama el último y único «fallido».

  Otro de los logros del taller fue el posicionamiento del Festival de Poesía Erótica, que se celebra desde 2006 para las calendas de diciembre, con invitados nacionales y locales. Para ello hubo la necesidad de crear una entidad sin ánimo de lucro llamada Corporación Cultural Cartagena de Indias. Con estos encuentros poéticos, pudieron mostrarse nuevos miembros del Taller La Urraka como Juan de Dios Sánchez,  Alicia Norma Alayón, Mauricio Aragón, Edison Duarte y Onésimo Andrade entre otros. 

  Casi simultáneamente al Festival nació la Revista La Urraka, la cual dirijo, con un perfil más ambicioso, es decir, con vuelo internacional, ya que está abierta a la participación de autores nacionales e internacionales, sin discriminación de ningún tipo, con la sola condición de la calidad de sus creaciones. Ello por la dificultad que representa publicar en formato de papel, dada la miopía de la industria editorial, manejada con criterios que no resisten la más mínima crítica.

  La parte de la publicación es una asignatura pendiente, con escasos recursos y sin ayuda alguna, quizás por nuestra línea de críticos del sistema cultural de nuestra ciudad, hemos tenido que sufragar nuestras propias publicaciones: plegables, cartillas y otras formas menores de publicación, pero han servido para que el público amante de las letras conozca el esfuerzo y buen nivel creativo que ha alcanzado el taller. Algunos compañeros han publicado por su cuenta, como es el caso de Celso Montoya, Edgardo Herrera, José Ávila Forero, otros han sido antologados en libros y revistas del país y en el extranjero, Juan de Dios Sánchez da vida a la revista física Cabeza de Gato, donde varios talleristas nuestros han desplegado su talento.

  De nuestro grupo han salido dos presidentes de Parlamento Nacional de Escritores ―Gonzalo Alvarino (2007) y Juan Carlos Céspedes (2008)—, hemos sido invitados a eventos y festivales, estuvimos en la Feria del Libro de Bogotá llevando nuestra antología «Generación Fallida», lo que nos indica que hemos estado haciendo las cosas bien, con el convencimiento de que la clave es el trabajo y el respeto por la palabra. Además, como miembros de la Asociación de Escritores de la Costa, que dirige Joce Daniels, hemos impartido talleres de creación literaria en colegios oficiales del Distrito de Cartagena. Este año de 2012 recibimos con satisfacción la selección de Rosemary Maciá como finalista del concurso de cuento de Ibraco, organizado por la embajada del Brasil.

  En la actualidad, y gracias a los buenos oficios de Soledad Román, La Urraka funciona en la Casa Museo Rafael Núñez, en el barrio El Cabrero, con los mismos criterios que dieron origen a su nacimiento, la misma mística y el mismo amor por la literatura. La audiencia ha crecido, la ciudad sabe que existe un taller que no tiene costo alguno, donde la libertad al espíritu creador está garantizada, donde la poesía, el cuento y todas las formas de creación son bienvenidas. Somos un colectivo que respeta la individualidad del artista y en ello consiste el secreto de su longevidad. 
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Revista La Urraka: http://nuevaurraka.blogspot.com/
http://juancarloscespedes.blogspot.com/
Correo del taller: siddarthapoeta@gmail.com 

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