Estas palabras las pronuncié en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, sede Cartagena, dentro del Parlamento Nacional de Escritores.
Pon un buen libro en tu casa y de seguro un niño será salvado para la vida. (J.C.C.A)
Conocí a Mariestrellas una mañana de café, cuando con su audacia me devolvió al niño que siempre había sido. Vino vestida de literatura infantil, ¡qué digo infantil!, ese es otro invento del hombre clasificador, ese, su afán, de definirlo todo; pero clasificar no es necesariamente comprender. Por hoy quiero dejar ese tema allí, pues hay una niña maravillosa que me apura para que juegue con ella. Pero antes quiero recordarles a Pablo, el Neruda, digo, cuando nos advirtió que: “El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”. Claro que me iba de diversión por sus páginas, porque ese es un viaje seguro por la aventura y la poesía.
Carlos Colón Calado, me dijo ella, le había insuflado la vida, pletórico de las nostalgias por el mar Caribe y el bullicio irrepetible de la Calamarí de siempre, la Cartagena única. Él no sabía que era poeta, estaba convencido de que serlo era armar versos decimonónicos, e ir por las palabras con una cinta de medir contando aquí o allá. Pero no fui yo, pobre mortal, quien se lo explicó, ella misma con sus sílabas de mar le fue diciendo que cada paso por su libro-hogar era constancia de ello. Porque hay que decir algo: cuando Mariestrellas habla es de fuerza callar, ya que su energía cósmica es arrolladora, eso lo saben sus personajes de andanzas: Lucas, Carpetas, Tormenta, Pecas, y claro, no podía faltar el antagonista: el temible y perverso Rey Pandongas, quien nunca se imaginó que la fuerza del amor de una niña pudiera derribar su imperio del mal.
Desde el mundo demasiado formal de los adultos, esos que perdieron para siempre el tesoro de la niñez, se mira a la literatura que le gusta a los bajitos, como decía Xuxa, con ojos de minusvalía, como una suerte de arte menor. ¡Qué equivocados están! Es cuando viene a mi mente las palabras de ese gigante de la creación como es Flaubert, quien en carta a Louis, su amante, le dice que para hacer avanzar la novela que está escribiendo, se va a dedicar a leer algunos cuentos de su infancia. Pero es que acaso no entramos todos al mundo de la literatura de la mano de los Hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Charles Perrault y tantos otros que nos abrieron un hueco en las nubes para que nos eleváramos con esa poderosa máquina perfecta que es la imaginación.
Hoy los niños están en manos de la televisión, esa nana estúpida, y no pocas veces perversa, que los machaca hasta destruirles la capacidad de asombro, la posibilidad de soñar. ¿Pero en qué medida somos cómplices de la desventura? En la medida en que hemos dejado que ese ser insípido reemplace nuestra voz. No hay infante más feliz que aquel al que sus padres le leen un cuento. Todavía recuerdo a mi padre trayendo a la casa un arsenal de libros: Pinocho, El pájaro verde, Alicia en el país de las maravillas —libro que incluso ha sido utilizado para clases de gerencia empresarial—, Corazón, Tom Sawyer y un gran etcétera que constituyeron mi niñez para siempre.
Ahora me huelga decir que la “literatura infantil” es un arte mayor, y lo es por su propia dificultad: con un mal cuento puedes engañar a un adulto, pero jamás a un niño.
Aquí está Mariestrellas, vino a realizar su historia en Cartagena, la ciudad que siempre soñó, porque ellos, los pequeños, sí saben que la felicidad se construye con los sueños. Y gracias a Carlos Colón, por no permitir que el ritmo infernal de la vida moderna aniquilara al niño que hace carrera con el viento, con una cometa de agosto, apostándole al mar que todo ese azul cabe perfecto en sus ojos.
2 comentarios:
Unas reflexiones abiertas a los ojos de todos.Aquí esta todo:Ahora me huelga decir que la “literatura infantil” es un arte mayor, y lo es por su propia dificultad: con un mal cuento puedes engañar a un adulto, pero jamás a un niño.
Unas reflexiones abiertas a los ojos de todos.Aquí esta todo:Ahora me huelga decir que la “literatura infantil” es un arte mayor, y lo es por su propia dificultad: con un mal cuento puedes engañar a un adulto, pero jamás a un niño.
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