Porque ya no espero regresar
Por Juan Carlos Céspedes
Porque el hombre son sus días y sus vivencias, y quedan las marcas de la vida y dejan sus huellas nuestros actos. Pero al decir del poeta Eduerdo Cote Lamus, el bardo padece de la ternura de las cosas, que no es otra su significancia, sino el influjo que el acontecer de nuestros años impregnan para siempre en nuestra memoria.
Jaime Arturo Martínez Salgado, tengo que decirlo, padece de la ternura de las cosas. Cada palabra, cada verso, tensado a pulso, como los buenos poetas, nos dice de la profunda capacidad de guardar los recuerdos —buenos y malos, que eso es el hombre— y llevarlos en custodia durante todas las lunas y soles de su trasegar por este Caribe que nos delata.
Ya lo dice Roberto Montes Mathieu en el prólogo, hacer poesía no es enrevesar palabras, como creen algunos, y Jaime entiende esto perfectamente, así que no trata de impresionar a nadie, que no es ello función del poeta, sino escribir desde las entrañas, donde la palabra nace limpia y poderosa, porque es genuina y no falsifica ni traiciona al hombre, a parte porque la poesía no se hace, se interpreta, y eso lo vemos bien en este libro de 31 poemas, en los cuales se nota la mano firme de Jaime Arturo para precisar cada nostalgia, cada episodio que marcaron su existir.
Abrimos el libro y hacemos un recorrido por la nostalgia, esos pedazos nuestros que se van quedando por el camino, pero a su vez también las cosas se pegan a nosotros, porque las personas y las cosas, sus olores, sus voces, sus esencias, se nos van metiendo en el alma y perviven dentro, porque ahora hacen parte de nosotros, y somos eso que hemos vivido. Luego el poeta Jaime Arturo Martínez, al vivir el día a día, con todo lo que ello conlleva, se detiene y mira hacia atrás, donde su sensibilidad le hace revivir de nuevo cada asombro, cada alegría, su historia personal donde hablan los abuelos, cada risa traviesa, la lluvia, el agua de la tinaja, las lágrimas que nunca faltarán a los poetas, el tinto —con su ritual único y su fragancia que cruza indeleble los tiempos—, la música —cómo no—, el amor hacia la hembra en su poema “Elegida”, la génesis de su arte a través del poema “Poetas”, y ese lejano recuerdo, nunca más vigente que hoy, de la mano de su madre enseñándole a través del alimento el significado verdadero del amor.
El poemario va desde el poema “Despunte” hasta “Crepúsculo”, texto que cierra el libro; parece un ciclo que se abre y cierra. Pero yo prefiero ver la poesía inmensa que se dilata, al poeta buscando la eternidad, al ser maravilloso que es Jaime Arturo Martínez, insuflando vida a través del arte a sus seres queridos y a los sitios donde ellos, sin saberlo, hicieron el material de este libro, y volverlos permanentes con él, porque la poesía ama a quien la ama.
Ahora que está en boga el famoso hilo conductor, límite absoluto para el poeta, digo que aquí el hilo conductor —no faltaba más— es la misma vida del poeta Jaime Arturo Martínez Salgado, poemas todos nacidos de su esencia, de su realidad. Y si conocer al hombre siempre será una asignatura imposible, mucho de Jaime podremos conocer leyendo este bello libro, hecho de por sí suficiente para invitarnos a hacernos de un ejemplar de “Porque ya no espero regresar”.
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