viernes, 8 de agosto de 2014

Del libro Contra toda evidencia, el cuento

Señales

Por Juan Carlos Céspedes Acosta

Si miras al techo de cierta forma, puedes llegar a  pensar cosas interesantes. Pero estamos muy ocupados con tanta porquería que se nos va la vida sin darnos cuenta… Yo hubiera podido ser alguien… ¡bah!, eso ya no tiene ninguna importancia… ¡Cuenta sobrevivir!, lo demás es mierda. A quién le voy a echar la culpa, si yo solita me vine por este camino sin que nadie me empujara… A veces dan ganas de regresar, pero qué voy a encontrar después de tantos años… Mi familia pasó a ser una ficción; uno de esos sueños que ya una no sabe dónde quedaron… ¡Si el techo de mi infancia me hubiera hablado!... Todas esas muñecas mudas que nunca respondían, y preguntas tiradas como las semillas a los pájaros, y silencio y más silencio… 
¡Las cosas que hay que soportar!, la inmundicia que se le pega a una bien adentro… Hay gente que no parece, pero están untadas totalmente de miseria. Yo todavía puedo engañar con la pinta; la pinta es muy importante, te abre posibilidades… ¡Claro que a estas alturas del partido!... Fumar hace bien, me anestesia, hace olvidar tanto dolor… Me concentro en el humo y puedo ver figuritas, como las nubes que veía desde la arboleda de Don Fabián… ¡Hace tanto tiempo de eso!… Ahí va un caballo; es un poco raro, tiene cinco patas…  Ahora tiene tres patas… ¿Cómo se puede convertir una pata en un jinete? El humo es un milagro… Creo que fue aquel profesor quien me dijo que los indios enviaban señales con el humo… Yo podría enviar señales… Pero no sé a quién… Solo la soledad me respondería… 
—¿Te molesta que fume? 
—Sí ya lo estás haciendo. 

Uno se acostumbra a todo, eso me parece que decía el profesor de sociales, aquel que me quedaba viendo las teticas y después se hacía el pendejo cuando se le crecía… ¡Si supiera cada quien lo que le viene!, hasta le hubiera parado bolas a ese tonto de la geografía… ¡Fume, mija, para que olvide!… Los techos hablan, pero nadie los entiende. Si algún gringo se le hubiese dado por investigar la interpretación de los techos…  ¡Las que se pudiera evitar una!... Pero todo es silencio y las respuestas hay que vivirlas… ¿Qué será de la vida de Julián? ¿Con qué perra se estará revolcando ahora? Tonta que fui, tanta mentira, tanta promesa, una que nació para pendeja… La Gisella: «que no fume tanto, que le va a dar cáncer». Cáncer es esta existencia que me pudre el alma… Hay cosas peores que una enfermedad… La peor enfermedad es la gente, esa sí contagia y mata, y si no te mata, te recontra mata…, en fin, no te salvas de ninguna forma… 
—¿Terminaste? 
—Ya casi… 
—¡Pues, apúrate, no has pagado para toda la vida!

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