lunes, 29 de enero de 2018

Nuestro prólogo al libro: La vida, ¡un instante! (Luz Marina Zuluaga Tinoco)

Prólogo.-

A través de muchas culturas y filosofías del mundo, hemos aprendido que la vida sucede en el presente, que es el instante en que hacemos, pensamos y vivimos, cómo discurre ella y toda esa riqueza que encierra cada acto humano, cada movimiento, los gestos, las palabras, los sentimientos, incluso, pasado y futuro pueden ser modificados —sus efectos—. Es pertinente una cita del escritor y filósofo rumano Cioran: «Fuera del instante todo es mentira».

En mis manos tengo el libro La vida, ¡un instante!, de la escritora, poeta y docente Luz Marina Zuluaga Tinoco, el cual tengo el privilegio de leer en primicia, y el honor de prologar, designación que asumo complacido, porque entiendo lo que una obra significa para su autor, y el aporte silencioso que un libro hace a la cultura de una nación, y porqué no, del mundo.

Lo primero que atrae mi atención en el estilo de Luz Marina Zuluaga es su forma depurada de abordar el poema, su concisión y precisión en el verso, la preocupación creadora de que su «querer decir», no se pierda en el farrago de excesivas palabras, como sucede a tantos bardos que descontrolan su verbo y extravían su intención primera. En este oficio de nuestra poeta, es vital el escalpelo para quitar cuanto ripio pueda distorsionar el poema, llegando a nosotros un texto bien trabajado, directo, limpio de arandelas y perendengues —esas trampas que embaucan y deforman la esencia poética.

La poética de Luz Marina Zuluaga Tinoco destila mar, su voz es como la constante ola que rompe en la playa, lleva y trae la vida que pasa por sus manos, sus ojos, la poesía de su ser, su esencia de mujer hecha palabra, su amor que se ensancha por los seres que ama, que le impregnan las voces que lanza al mundo. Un poeta se puede conocer y apreciar por lo que ama, cree y valora; los poemas de nuestra poeta nos hablan de una mujer de principios, de fuerte pero dulce carácter, de emprendimientos. Mujer-hija, mujer-madre, mujer-amiga, mujer-mujer; todas ellas desfilan por las letras de sus creaciones y nos conmueven con sus sensaciones y experiencias.

La vida, ¡un instante!, me lleva en el tiempo a los grandes poetas chinos como Li Bai, Du Fu, Wang Wei y otros, pero no en las temáticas de estos autores clásicos, sino por la brevedad y exactitud de los textos de luz Marina. En su poesía lírica encontramos a un «hablante poético» que nos transmite sus propias emociones, sus experiencias —sus poemas tienen la capacidad de comunicarlas—, y en algunos textos lo combina con un «yo lírico», donde asume una voz neutra, casi como un testigo de eventos fundamentales en la vida de otras personas, pero que de alguna forma tocan sus fibras de poeta, haciéndonos partícipes de esos momentos aparentemente anónimos, que adquieren en su arte la relevancia que todo vivir humano merece.  

En este segundo libro de la autora, encontramos una forma mucho más acrisolada de enfrentar el acto poético, una madurez literaria bien asumida, una forja de donde salen textos pulcros, muy pocos tropos en ellos, solo los necesarios para el efecto artístico. Hay una inclinación porque el poema signifique, que no sean simples palabras lanzadas en un momento de éxtasis, una pilatuna del ego; son textos que tienen sustancia, sentidos y pensados —equilibrio necesario para el buen poema—, porque no basta sentir, es importante el pulimento que demuestra al verdadero poeta, aquel que respeta su oficio y al lector fortuito que siempre aguarda en algún lugar.

Para los lectores una simple muestra: ¿Cuántas ilusiones/ Pueden caber en una casa?/ Cinco camiones de trasteo/ ¡Son nada!  Sea bienvenido el libro La vida, ¡un instante!  Yo, por mi parte, felicito a su creadora y celebro su aparición en el reino de las letras, y auguro a la obra, exitosas lecturas de almas sedientas de poesía.

Juan Carlos Céspedes Acosta
Cartagena, 24 de enero de 2017 

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