martes, 30 de noviembre de 2021

Prólogo nuestro al libro de cuentos de Paola Inés Suárez: El silencio de mis calles

Prologo

En mi ya largo trasegar por el mundo de la literatura, primero viajando como polizón en el maravilloso tren de la lectura y después como escritor y tallerista, pocas veces tiene uno la oportunidad de encontrarse con una autora de tanta capacidad para ser versátil. Y no es que se trate de una forma de ser diferente por pura vanidad, de buscar separarse de la masa de creadores por el prurito de la vanguardia, de ser distinta adrede, de destacarse de otros con un plan premeditado para llamar la atención del mercado editorial y la admiración de sus pares, es que su flexibilidad creativa fluye de manera natural, espontanea, casi imperceptible. Pero para quien ha tenido la oportunidad de pasearse por las numerosas páginas de la gran biblioteca del universo literario y de estar de espectador de las modas escriturales, leer a Paola Inés Suárez Álvarez es una bocanada fresca de oxígeno puro.  

Después de leer la obra El silencio de mis calles, queda uno con la sensación de haber estado en otro universo posible, no tan distinto del nuestro, pero con unas características especiales que ponen a prueba la imaginación y despiertan hasta el límite las percepciones más dormidas que tenemos merced a la rutina a la que somos sometidos día y noche. Es que este tipo de literatura nos recuerda la expresión de Kafka: «Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros». Porque en eso radica, según mi pensar, la gran capacidad que debe tener un escritor para hacerse sentir ante el lector, y creo que Paola Inés Suárez  Álvarez lo logra con este libro.

El silencio de mis calles es una obra dividida en siete capítulos o subtítulos, todos ellos muy distintos, con mundos propios y temática variada, donde la autora nos lleva de la mano de su imaginación y creatividad con una pasmosa seguridad por escenarios y personajes que parecen tan reales —o más reales— que nosotros. 
La primera parte lleva por nombre Bitácora 2030, y es exquisita ciencia ficción, de esa que no es estrafalaria, sino que se va construyendo como quien ensarta cuentas de rosario, tan simple, con tanta elementalidad que nos da la impresión de que todo es verdadero, que lo que nos narra Paola Suárez es veraz, cotidiano, científico, que cuando entramos a sus historias somos partícipes de ellas, con suma precisión que nos hacemos cómplices a sabiendas de que es imaginación de la autora y nos dejamos embaucar gustosos de sus pases literarios. Pero además hay conocimiento, estudio del material que se utiliza, no es imaginación febril, es creatividad e investigación.

Este libro en sus capítulos Bitácora 2030 y El último noramita, me recuerda a dos maestros de este género Isaac Asimov y Ray Bradbury, porque nuestra autora hace de sus historias, cortas y precisas, una realidad paralela, como una cronista de hechos que estuvieran ocurriendo en nuestra ciudades —¡claro que están sucediendo!— al mismo tiempo que leemos la prensa, vemos televisión o damos un paseo. Esa es una de sus virtudes, que hace de nosotros lectores secuaces por el tiempo que duran sus historias —algunas se irán en nuestro imaginario—, porque sabemos que son producto de su imaginación, mas nos prestamos para la coartada de creer que son hechos reales ya que son convincentes. ¿Y por qué son creíbles? Porque cumple con un axioma que nos enseñara Isaac Asimov:… para llegar a ser un escritor de ciencia ficción no basta con conocer la lengua, también hay que saber de ciencia.

En otros capítulos del libro podemos encontrarnos de frente con el absurdo, esa beta de la literatura tratada de manera magistral por tantos grandes de las letras como Kafka, Camus, Beckett, Ionesco, solo por señalar a los más reconocidos. Paola Inés Suárez Álvarez escribe muchas de sus historias con carácter existencialista, dando paso a situaciones y nudos gordianos de pleno tinte surrealista, con cuentos que nos ponen a pensar, que sacuden nuestras bases y nos dan de la vida una perspectiva que quizás no habíamos considerado, y esto —reflexiono con convencimiento— es muy importante en la carrera de un escritor.

El silencio de mis calles son cuentos escritos de manera precisa, concisa, sin vericuetos verbales, sin aspavientos prosaicos. Son historias cortas, algunas son minicuentos propiamente dicho, de pocas líneas y con gran carga de raciocinio, casi como invitaciones de la autora para que nos hagamos parte de las escenas y le demos el sentido que queramos con nuestro equipaje emocional o nuestro imaginario. Son golpes de daga que hieren y nos dejan pensativos: ¿qué será?, ¿cómo así?, ¿será lo que pienso? 
Pero además encontraremos un “cuento”, Visiones, que son varios cuentos perfectamente terminados en su individualidad y que son como piezas que se arman y encajan perfecto, donde cada uno por sí  mismo tiene pleno sentido y podría sobrevivir en solitario. Un motivo más para leer este “cuentario” que tengo la suerte de prologar.
Para concluir, solo sé que no pasaremos por este libro sin ser removidos, con una convicción de que no estamos frente a una obra más, que la pondremos en alguna parte y nos olvidaremos del mundo que conocimos por lo que duró este viaje literario. No saldremos inocentes de él, algún personaje se quedará en nuestra memoria, alguna acción, y veremos cómo el absurdo se nos presentará cada día en nuestras vidas, porque nada hay más absurdo que el hombre y nuestra racionalidad es la gran paradoja, asignatura que quién sabe si alcancemos comprender. 

Juan Carlos Céspedes Acosta

Cartagena del Caribe, 17 de julio de 2021 

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