miércoles, 11 de diciembre de 2024

Nuestro prólogo a la novela Entra cuando cierres la puerta, de la escritora Paola I. Suárez Álvarez

Prólogo 

            Hay textos literarios que hablar de ellos es sencillo, porque no ofrecen grandes retos ni esfuerzos para explicarlos o comentarlos por la simplicidad de su estructura y su temática evidente. Pero no es el caso de Entra cuando cierres la puerta, puesto que este libro ofrece ciertos desafíos de tiempo y espacio, de historias trenzadas, de realidad y ficción dentro de la propia obra, aunque ella misma es invención, como es lógico, pero su contenido maneja una «realidad» y una «ficción» literaria dentro de la misma novela.

            El mundo de la novela es el de la ficción, pero la ficción no crece de la nada, está alimentada de la misma realidad. No hay ficción sin sustento del mundo real, por esto es que el ser humano necesita de lo imaginado, porque es siempre la posibilidad de su propio actuar, de las variables disponibles a su conducta y a la de los demás.

            Cuando abres la puerta de esta obra, entras al mundo de las fabulaciones, porque cada personaje, como en la vida real —como en tu vida o la mía—, tiene su historia que contar, unas más interesantes que otras, pues esto es lo que enriquece la existencia, y la interacción entre cada uno de ellos es lo que arma una sociedad, incluso en el mundo ficcional que nos convoca.

            Otros de los logros de esta novela es el juego de puertas que se abren y cierran constantemente para cambiar de tiempo y de espacio; donde el lector cruza de la realidad a la virtualidad, de la verdad contada de la mano de un narrador general, que también nos acompaña en la historia paralela: la de los escritores Otto, Juan y Mirto, más exactamente, la del escritor que escribe la historia de Matilde [poderosa protagonista de la primera parte]  y su círculo, porque este es un personaje ficticio de la obra, que está a su vez dentro de la novela que escribe un tal Juan de la Cruz.

            Este juego de espejos, estos laberintos entretejidos, nos demuestran que la autora es o fue lectora de Borges, sin lugar a dudas, con la aclaración de que no imita de forma palmaria al gran maestro argentino. Cuando uno ingresa de lleno a ser testigo de este mundo literario de Entra cuando cierres la puerta, es imposible no pensar en la Katiuska, la hermosa muñeca rusa, que contiene unas muchas de sí misma a medida que se va haciendo más pequeña; también en la técnica de las cajas chinas, que contienen historias dentro de otras historias, en la cual la autora sale bien librada, porque puede pasar que quien utiliza esta forma de narrar, pierde el hilo de Ariadna y se pierda en el urdido laberinto de su propia confusión.  

            Cuando se habla de oficio en literatura, se hace referencia a la experiencia y capacidad de un autor en la utilización y versatilidad de las herramientas con las que cuenta para comunicar con efectividad su trabajo. Hay muchos ejemplos de escritores que por falta de oficio y autocrítica han dado al traste con grandes ideas, porque no se trata de tomar un teclado y dejar que la emoción se desmande. Por fortuna, Paola Inés Suárez Álvarez salió bien librada de los retos que enfrentó al escribir esta obra ambiciosa desde lo estético y literario.     

            Esta obra presenta un grupo de personajes caracterizados de manera impecable, trabajo que hay que admirar en la autora, porque es una de las falencias que más muestran los escritores con poco oficio, en los que sus personajes son absolutamente planos o se parecen mucho entre ellos y no se alcanzan a diferenciar entre sí. En el caso de Entra cuando cierres la puerta, esto no sucede de ninguna manera y el lector podrá apreciarlo desde las primeras páginas, lo que nos dice que hubo un trabajo previo de planeación rigurosa, lo que habla en positivo de la escritora Paola Inés Suárez Álvarez y el respeto que profesa por su arte.

            En cuanto al lenguaje empleado, es absolutamente transparente, el idioma de todos los días, fácil de entender e interpretar, máxime que en este tipo de obras literarias, es preciso esta forma diáfana de escribir para no obstaculizar la comprensión lectora. Así mismo, el uso de los diálogos son exactos y puntuales, sin alargamientos innecesarios y ajenos a como las personas hablan en realidad, sin esos eternos monólogos en los que caen muchos escritores que no saben poner freno a sus pasiones y se derraman a sí mismos a través de sus personajes.

            Con relación a las descripciones de escenarios interiores y exteriores, utiliza lo necesario para ambientar al lector, sin atosigarlo con múltiples adjetivos, permitiendo de esta forma su participación, porque hay que recordar que los lectores no son incapaces y no se puede poner en duda su inteligencia de hacer sus propias conclusiones —de las cosas más interesantes que tiene la literatura—. Lo mismo sucede con las descripciones físicas y emocionales de los personajes, los cuales reciben unos trazos verbales que dejan espacio para que nosotros los lectores también les insuflemos vida con nuestro imaginario.

            Entra cuando cierres la puerta, está compuesta de dos partes: La primera titulada Los espejos de la memoria, que es básicamente la novela escrita por un escritor-personaje; y una segunda parte rotulada: La persistencia de las ideas, que viene siendo el «mundo real» dentro de la novela. Es decir, dos mundos; dos universos paralelos entrecruzados y una sola obra que busca un espacio en las letras colombianas.

            En conclusión, el lector se va a encontrar con una novela bien escrita y trabajada, que le ofrecerá un deleite desde lo poético, lo estético y, por supuesto, desde la misma historia como goce cultural.   

Juan Carlos Céspedes Acosta

Cartagena del Caribe, 27 de febrero de 2024

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